La identidad cultural no es una forma fija o congelada, más bien es un proceso dinámico, enriquecido a través del diálogo y el intercambio con otras culturas.
En este sentido, la identidad cultural también es un problema para el mundo desarrollado. A pesar de eso, la preocupación con el estímulo cultural a través de la educación ha sufrido diferentes abordajes en los mundos industrializados y en los que están en vía de desarrollo, revelando significados diversos a través de las diferencias semánticas.
Mientras que en el Tercer Mundo hablamos sobre la necesidad de búsqueda de la identidad cultural, los países industrializados hablan sobre la lectura cultural y la ecológica cultural. De esta forma, en el mundo industrializado la cuestión cultural se centralizada en el fortalecimiento de informaciones globales y superficiales sobre diferentes campos del conocimiento (cultural y literario) y en la atención equilibrada a las diversas culturas de cada país (ecología cultural).
En el Tercer Mundo, sin embargo, la identidad cultural es el interés central y significa la necesidad de ser capaz de reconocerse a si mismo o una necesidad básica de sobrevivencia y de construcción de su propia realidad.
Los tres conceptos a los que nos referimos anteriormente convergen en un punto en común: la noción de diversidad cultural. Sin la flexibilidad para asumir la diversidad cultural existente en cualquier país no es posible una identificación cultural, ni una lectura cultural global y menos la construcción de una cultura ecológica.
Hugo Villafranco
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